sábado, 4 de mayo de 2013

De qué hablo cuando corro.

Nos queda una semana para volver a los 101km de Ronda, una prueba en la que según pasan los kilómetros, la diferencia entre lo deportivo y lo espiritual se reduce a la mínima expresión.

El pasado jueves, junto a uno de los compañeros del equipo, Loren, tiramos la última larga antes de bajar a Málaga la semana que viene.
Salimos desde Huesca con el objetivo de llegar a la cima del Pico del Águila, recorriendo en total unos 32km y salvando 1600m de desnivel.

Poco a poco fuimos solventando las dudas en torno a la gran prueba.

Uno de los aspectos en los que más hincapié hice fue el espiritual, puesto que si se quiere acabar la prueba, solo acabarla, llega un punto en que abandonas el cuerpo y te entregas a lo divino.

El cansancio, los calambres, la poca cordura, el sol y una serie infinita de factores, contribuyen a que en determinado momento de los 101 te dejes llevar y empieces a hablar sólo, la Sierra de Ronda se convierte desde ese instante en un gigantesco diván en el que el camino es tu terapeuta y tu terapia.

La primera vez que fui, un marchador me lo dejo bien claro con una frase lapidaria: "correr los 101 es abandonarse y darse cuenta de lo pequeños que somos ante la grandeza del esfuerzo humano".

Filosofía en el kilómetro 70.

¿Se puede alcanzar el Zen corriendo?

Rotundamente, SI.

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