Las crónicas siempre empiezan igual, dedicando una línea al
cronómetro, en este caso paré el reloj en las 2h 58m, el objetivo de volver a
bajar de 3 horas en la maratón se logró.
Las letras hay que dedicárselas al contexto de la carrera,
correr un maratón internacional es un acontecimiento que para mí ha llegado más
pronto de lo que esperaba en mi biografía deportiva, pero por suerte, el hecho
de estar en el Líbano y una serie de condicionantes más, han hecho que tanto yo
como mis compañeros de equipo hayamos podido convertir un sueño en un objetivo.
De acuerdo, las condiciones para ir no eran las mejores,
pero una oportunidad así no se puede perder, da igual el hecho de viajar a la
capital unas horas antes de la salida, no descansar lo aconsejable y demás
contratiempos; las relativas incomodidades hacen que el hecho de terminar la
prueba sea más que un logro.
El maratón empezó bien, hasta el kilómetro 1, si, hasta el
kilómetro 1, ahí fue cuando “se partió el cielo en dos”, como bien dijo Luis
Arias; un tremendo aguacero acompañado de vientos cuasi huracanados nos daba la
bienvenida a la prueba, así corrí hasta el kilómetro 5 más o menos.
No exagero cuando digo que corrimos por el mar, agua y más
agua se precipitaba por las empinadas calles de los primeros kilómetros, un
inicio inverosímil pero a la vez muy motivador; soy así de raro, cuando peor se
ponen las cosas, más arriba me vengo.
Desde el kilómetro 6 hasta el 21 el tiempo acompañó
bastante, la ropa se secó en poco tiempo, salvo las zapatillas y los
calcetines, con el riesgo que ello conlleva.
Pasé la Media Maratón por debajo de 1:30, de momento iba
todo perfectamente, estaba cumpliendo mi hoja de ruta, ir a 4m15¨
En el 22 el tiempo se volvió a torcer, el maratón seguía una
simetría perfecta, se volvían a romper los cielos al inicio de la segunda
mitad, agua, agua y más agua, ah y por supuesto viento, viento de todas las
formas y sabores, así hasta el kilómetro 29.
Ah, se me olvidaba, estuve toda la carrera más sólo que la
una, extrañamente me sentí cómodo, cuando siempre es uno de los factores que me
hunde en la miseria del asfalto, junto a mi amigo el viento.
Llegamos al muro del 30, cómodo y con unas sensaciones muy
buenas, el cielo despejado, la ropa seca (menos las Adizero y los calcetines,
importante); estaba en condiciones de volver otra a vez a bajar de las 3h.
La verdad es que los últimos 12km se me pasaron volando, es
cierto, debido supongo a las buenas sensaciones y a la confianza que iba
recuperando poco a poco, tenía la espina clavada desde marzo en Barcelona con
esa marca desastrosa, el hecho de poder reconciliarme conmigo y con la prueba
me permitieron disfrutar como nunca del último tramo de carrera.
Me fui cruzando con mis compañeros de equipo, con Chema,
Luis Arias, Santos, que me iban dando ánimos, muy necesarios y muy motivantes,
buscar una cara amiga entre la soledad es un auténtico salvavidas.
Encaro la última calle, con la Mezquita Azul al fondo, la
meta estaba a 800 metros, el reloj no iba a subir de las 3h, la llegada fue una
fiesta y una alegría muy grande por el trabajo bien hecho en Beirut, aunque más
bien fue por todo lo aprendido en esas casi 3h, con entrenamientos y disciplina
se pueden transformar los sueños en objetivos.
Queda aún mucho trabajo por delante para volver a pulsar las
2h50, hasta ahora mi mejor marca, pero tras lo vivido (y de qué manera) en
Beirut, es un objetivo perfectamente alcanzable si hago lo que tengo que hacer.
No me queda más que agradecer a mis compañeros de expedición
sus ánimos y su compañía en este sensacional fin de semana, muy especialmente a
Luis Arias, Chemita Peñaranda y a Tabla, sin sus ánimos y sus palabras no estoy
seguro de que pudiera haber alcanzado esta marca.
Grande, Diego. Una vez más, enhorabuena!!
ResponderEliminarY gracias también a tí.
Luis