jueves, 15 de noviembre de 2012

Y AL FINAL BEIRUT


Las crónicas siempre empiezan igual, dedicando una línea al cronómetro, en este caso paré el reloj en las 2h 58m, el objetivo de volver a bajar de 3 horas en la maratón se logró.

Las letras hay que dedicárselas al contexto de la carrera, correr un maratón internacional es un acontecimiento que para mí ha llegado más pronto de lo que esperaba en mi biografía deportiva, pero por suerte, el hecho de estar en el Líbano y una serie de condicionantes más, han hecho que tanto yo como mis compañeros de equipo hayamos podido convertir un sueño en un objetivo.

De acuerdo, las condiciones para ir no eran las mejores, pero una oportunidad así no se puede perder, da igual el hecho de viajar a la capital unas horas antes de la salida, no descansar lo aconsejable y demás contratiempos; las relativas incomodidades hacen que el hecho de terminar la prueba sea más que un logro.

El maratón empezó bien, hasta el kilómetro 1, si, hasta el kilómetro 1, ahí fue cuando “se partió el cielo en dos”, como bien dijo Luis Arias; un tremendo aguacero acompañado de vientos cuasi huracanados nos daba la bienvenida a la prueba, así corrí hasta el kilómetro 5 más o menos.

No exagero cuando digo que corrimos por el mar, agua y más agua se precipitaba por las empinadas calles de los primeros kilómetros, un inicio inverosímil pero a la vez muy motivador; soy así de raro, cuando peor se ponen las cosas, más arriba me vengo.

Desde el kilómetro 6 hasta el 21 el tiempo acompañó bastante, la ropa se secó en poco tiempo, salvo las zapatillas y los calcetines, con el riesgo que ello conlleva.

Pasé la Media Maratón por debajo de 1:30, de momento iba todo perfectamente, estaba cumpliendo mi hoja de ruta, ir a 4m15¨

En el 22 el tiempo se volvió a torcer, el maratón seguía una simetría perfecta, se volvían a romper los cielos al inicio de la segunda mitad, agua, agua y más agua, ah y por supuesto viento, viento de todas las formas y sabores, así hasta el kilómetro 29.

Ah, se me olvidaba, estuve toda la carrera más sólo que la una, extrañamente me sentí cómodo, cuando siempre es uno de los factores que me hunde en la miseria del asfalto, junto a mi amigo el viento.

Llegamos al muro del 30, cómodo y con unas sensaciones muy buenas, el cielo despejado, la ropa seca (menos las Adizero y los calcetines, importante); estaba en condiciones de volver otra a vez a bajar de las 3h.

La verdad es que los últimos 12km se me pasaron volando, es cierto, debido supongo a las buenas sensaciones y a la confianza que iba recuperando poco a poco, tenía la espina clavada desde marzo en Barcelona con esa marca desastrosa, el hecho de poder reconciliarme conmigo y con la prueba me permitieron disfrutar como nunca del último tramo de carrera.

Me fui cruzando con mis compañeros de equipo, con Chema, Luis Arias, Santos, que me iban dando ánimos, muy necesarios y muy motivantes, buscar una cara amiga entre la soledad es un auténtico salvavidas.

Encaro la última calle, con la Mezquita Azul al fondo, la meta estaba a 800 metros, el reloj no iba a subir de las 3h, la llegada fue una fiesta y una alegría muy grande por el trabajo bien hecho en Beirut, aunque más bien fue por todo lo aprendido en esas casi 3h, con entrenamientos y disciplina se pueden transformar los sueños en objetivos.

Queda aún mucho trabajo por delante para volver a pulsar las 2h50, hasta ahora mi mejor marca, pero tras lo vivido (y de qué manera) en Beirut, es un objetivo perfectamente alcanzable si hago lo que tengo que hacer.

No me queda más que agradecer a mis compañeros de expedición sus ánimos y su compañía en este sensacional fin de semana, muy especialmente a Luis Arias, Chemita Peñaranda y a Tabla, sin sus ánimos y sus palabras no estoy seguro de que pudiera haber alcanzado esta marca.

1 comentario:

  1. Grande, Diego. Una vez más, enhorabuena!!
    Y gracias también a tí.

    Luis

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